martes, 17 de junio de 2008

Una anécdota de Quevedo.

Todos los días, lo primero que hago cuando voy a la cocina, nada mas levantarme es : Encender la radio y ponerme un café. Esa es mi primera alegría. Tengo la radio puesta casi todo el dia por lo que me entero de todo. También de deportes, porque suelo oir los partidos de futbol mientras plancho (para el futbol , prefiero Radio Nacional, son los mejores).
Ayer estaba escuchando a Herrea en la Onda, que son muy divertidos, y contaban la siguiente anecdota de Quevedo:
En la época que le tocó vivir a Quevedo, era común la costumbre de orinar en la propia calle. Hablamos del Madrid del Siglo XVII (Siglo de Oro), donde la gente arrojaba por la ventana el contenido de orinales, vacinillas y demás vasijas al grito de “¡Agua va!”. Esta falta de higiene provocaba un hedor insoportable en la ciudad. Para evitar que la gente orinase en cualquier lugar, se colocaron crucifijos en aquellos rincones propicios al desahogo, pensando disuadir de esta forma al viandante de hacer aguas junto al sagrado símbolo. Quevedo fué al lugar de costumbre, y aunque vió la cruz no hizo ningún caso. Cierto día, Quevedo volvió al mismo lugar y encontró junto a la cruz, una inscripción que rezaba: “Donde hay una cruz no se orina”. Y el, con su ingenio característico, añadió al cartel el texto : “… y donde se mea no se ponen cruces”. (Texto basado en el del blog Historia de Madrid, modificado por Perpe).

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