viernes, 27 de junio de 2008

LA NIÑA DE LA MONA

En la década de los cincuenta, había carabanas de gitanos nómadas que con sus carromatos iban de pueblo en pueblo como si de un circo ambulante se tratara. Cada uno ibamos a la plaza con nuestra silla a verlo, ya que entonces era un acontecimiento .
A las afueras acampaban con sus familias y los animales que participaban en la función. Actuaban por la noche y se marchaban al dia siguiente.
Ese día, en cuanto nos enteramos de que habian llegado los húngaros, nos reunimos toda la panda de crios del barrio para ir juntos a verlos.
Pasamos entre dos carros y no reparamos en que, tras la rueda de uno de ellos, habia atada una mona grande y vieja. Se conoce que la mona se hartó de ver pasar crios y me agarro a mí que iba la última. Me arrancó el zapato y el calcetín y de no ser por la rueda tambien se habria llevado la pierna. Forcejeamos, ella para un lado y yo para el otro. No me llegó a morder, pero bién que abría la boca... Me dejó la pierna derecha llena de arañazos y la otra me la desollé toda en el afán de soltarme.
A los gritos de la gente, acudió alarmado uno de los gitanos, dió dos trallazos en el suelo y la mona me soltó.
Al llegar a casa mi madre me echó una buena regañina, y me llevó al médico que dió parte de lo sucedido. Pusieron a la mona en cuarentena por si tenía la rabia y la metieron en el calabozo del Ayuntamiento durante varios dias.
De esta forma fuí conocida una temporada, como la niña de la mona.

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