lunes, 10 de noviembre de 2008

El Trastero de mi memoria - 1

He encontrado este borrador que escribí hace algunos meses, cuando decidí escribir las anécdotas de mi infancia en Fuensalida, y luego por indecisión no colgué en el blog.

La idea era ir contándolas cronológicamente y por eso comenzaba desde mi nacimiento. Después, lo que hice fue contar chascarrillos sueltos, que se encuentran en el archivo "El trastero", como: Un ratón en la despensa, la niña de la mona ...

En el borrador que escribí entonces decía:

Me gustaría contar las historias o anécdotas que me han sucedido desde mi infancia, pero tengo un dilema, porque no todo se puede contar, bien porque no es agradable, o porque pueda invadir la intimidad de otras personas o la mía propia, a si que... contaré todo lo pueda y algunas cosas me las reservaré.

Lo llamaré, "El trastero de mi memoria”, porque lo que pretendo es desempolvar y ordenar mis recuerdos, y comenzaré por el principio, es decir, desde que nací:

Nací en Fuensalida un 8 de junio de 1952, en una casita baja propiedad de mis abuelos paternos, situada en la que ahora se llama C/ de La Asunción de la Virgen. Según me contó mi madre parecía que ya estaba criada, muy gordita y con los mofletes muy colorados, que he conservado toda mi vida. Era la tercera hija del matrimonio: la mayor, Artemia, tenía seis años y la segunda, Mª Magdalena, tres.

Mi padre quería un niño, pero vine yo. De nombre me pusieron Perpetua, porque mi padre antes de que naciera dijo: - Si es niño Vicentito, y si es niña, Perpetua, que como ya dije en otra ocasión eran los nombres de dos de sus hermanos que murieron de niños. Me contaron que esta Perpe, hermana de mi padre, era una niña fuera de lo corriente, muy lista y muy dispuesta, que con tan pocos años, ayudaba a mi abuela Constanza en las tareas de la casa, sirviéndola de gran ayuda.

La casa donde nací estaba mas baja que la calle, y había que bajar dos escalones para entrar, porque la planta de toda la casa estaba a la misma altura que el corral. El suelo tenía baldosas de color ladrillo, muy grandes y ásperas. Nada mas bajar los escalones estaba el portal, muy amplio, a la derecha el salón, con los muebles que llevó mi madre cuando se casó: una mesa cuadrada, sobre la que mi madre tenia un paño hecho de hilo de bolillos y un pez de cristal con betas de colores, el chinero y seis sillas. Esta habitación no se usaba. A la izquierda, el cuarto de estar con una ventana a la calle, donde estaba la mesa camilla, el brasero en invierno, otro chinero y la radio; desde aquí se pasaba a la alcoba de mis padres y desde esta a nuestra alcoba, donde dormíamos las tres. Recuerdo con agrado las mañanas de los domingos, cuando nos metíamos las tres en la cama de mi madre, que nos parecía grandísima, y jugábamos haciendo chozos con la almohada y las mantas.

Al fondo del portal, a mano izquierda el pajar y a la derecha la cocina, también grande, con un fogón bajo de lumbre de paja, donde se arrimaba el puchero de barro para hacer el cocido. Al fondo de la cocina a la izquierda , la despensa, con una ventanita que daba al corral, y justo debajo por la parte de fuera estaba una mesa con dos barreños grandes de zinc para fregar los cacharros o lavar. Un verano, durante la siesta que mi madre nos obligaba a dormir, queríamos salir al corral a jugar, pero no queríamos abrir el cerrojo de la puerta para no despertar a mi madre, por lo que se nos ocurrió saltar por esa ventanita de la despensa. Solo pudo saltar mi hermana Mada, porque, no se si piso mal sobre uno de los barreños o se tambaleó la mesa que era vieja, el caso es, que se cayó y encima de ella el barreño, imaginaros el lío que se montó ... se hizo una brecha en la frente que para que, la cicatriz todavía la tiene.

Todas las hermanas hemos nacido en casa, porque antes las mujeres no parían en los hospitales, como todos sabemos, sino que la comadrona iba a las casas a ayudar en el parto. La de Fuensalida se llamaba Petronila y la recuerdo, de un lado para otro del pueblo, subida en su bicicleta con una falda pantalón muy amplia.

Mi madre tenía gallinas en el corral y un gallo, y cuando tenían pollitos los criaba para nuestro consumo. En una ocasión, con motivo de una tormenta, se nos inundó la casa y el corral. Se ahogaron la mayoría de las pollitos a pesar de que mi madre les secó e intentó reanimar al lado de la lumbre. Y por poco me ahogo yo también porque el agua llegó hasta una buena altura de la cuna. Mi madre criaba a los pollos porque la economía era mala y los necesitábamos para comer, por eso el afán de mi madre por salvarlos, su muerte suponía una pérdida muy importante. Cuando llovía en Fuensalida lo hacia de verdad y se hacían unas pompas grandísimas en el agua de los charcos y cantábamos eso de:

"Cuando llueve y hace sol sale el arco del Señor, cuando llueve y hace pompas sale el arco de las monjas".

Yo creo que todo lo hacíamos cantando, teníamos canciones para todo. Si empezaba a llover cantábamos esa que todo el mundo conoce:

"Que llueva , que llueva la Virgen de la Cueva, los pajaritos cantan..."

Si cuando llovía era el mes de mayo: "Agua de mayo créceme el pelo si no me lo creces, me pongo un sombrero."

La calle donde viví los cinco primeros años de mi vida, era de tierra agrisada finísima. Cuando estaba seca levantaba mucho polvo y cuando se mojaba era un barrizal. Entonces estábamos mas tiempo en la calle que en casa, según me han contado, de chica era muy “jarota”, me gustaba andar muy suelta, tardaban mas en ponerme las bragas que yo en quitármelas. Daría gusto verme, estaría como un “guarrito antón”.

Enfrente de casa vivía “Vitoriano” el relojero y "la Eulogia" su mujer. Victoriano arreglaba relojes y además era alguacil del Ayuntamiento y hacía de pregonero, por lo que cuando tocaba, con su gorra de plato y su corneta se recorría el pueblo: - De parte del Señor Alcalde se hace saber... Nosotras entrábamos en su casa como si fuera la nuestra, porque eran muy buena gente. Tenían un pozo en el corral del que sacaban agua con una bomba manual como en las películas del oeste, y algunas veces mi madre nos mandaba allí a por ella. (Continuará).

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