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domingo, 18 de enero de 2009

El trastero de mi memoria, Las Cruces de mayo.

Guardo un grato recuerdo del día de la Cruz. En mi pueblo el día 3 de mayo se celebraba como fiesta muy señalada, y la niños salíamos con pequeñas cruces llevadas en andas.

Unos días antes comenzábamos con los preparativos. Las madres que les gustaba este tipo de movidas, se preocupaban de hacerse con una de estas cruces, y si no la tenían en propiedad la pedían prestada. Todos los niños del pueblo participábamos haciendo grupos entre los amigos y familiares, y cada grupo tenía su cruz. Los días previos a la fiesta, nos juntábamos para hacer las florecillas de papel de seda con las que después adornábamos las cruces.

La cruz iba sobre unas pequeñas andas de madera, en el centro de un pequeño tablero que no tendría mas de 50 - 60 cm de lado. Sobre la cruz, algo mas altos, se cruzaban dos arcos que tenían su base en las esquinas opuestas del tablero.

Cada grupo intentaba que su cruz fuera la mas bonita. Las adornábamos con las flores de colores que habíamos hecho, bien cuajadas sobre la cruz y los arcos, y el tablero lo cubríamos con pétalos de rosa.

Llegado el día, salíamos con nuestras mejores galas y llevábamos la cruz a hombros entre cuatro niños que iban turnándose. Y así, recorríamos el pueblo cantando una cancioncilla repetitiva:

La Cruz ... bendita, una ... perrita

la Cruz... de mayo, nos de... buen año

A venido mayo, con sus lindas flores, y bellos colores.

La Cruz... bendita, una... perrita ... etc.

Llamábamos a las casas, sobre todo a la de nuestros familiares y amigos, y les pedíamos una perrita.

Con lo recaudado nos comprábamos anisillos y nos íbamos a tomar un chocolate a la casa de donde habíamos salido.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

El trastero de mi memoria - 5

Posteriormente la tía Cele entró a servir en casa de Concha "la gancha". Debían tener la misma edad o llevarse poco; las recuerdo a las dos, mayores y vestidas de negro; Concha había enviudado hacía pocos años y mi tía tenía luto por su hermano Jacinto, que murió en esa casa. Yo tengo vagos recuerdos de aquello, pero de lo que si me acuerdo, es que íbamos a ver al tío Jacinto y que hablaban con mucho secreto de lo que le pasaba, porque lo que fuera, lo tenía en "sus partes"; luego he sabido que murió de un cáncer de próstata. También se me ha quedado la imagen de la escalera por donde se subía a su habitación, porque la barandilla remataba con una bola de cristal grande, como tallada, en color ámbar rojizo , que me gustaba mucho mirar y tocar.

Concha "la gancha", era una de las mas ricas del pueblo, su casa estaba en la plaza, haciendo esquina con la calle que va a la glorieta. Era una solterona hasta que se casó, ya de mayor, con un gallego que se llamaba Albino; dicen las malas lenguas que por el dinero. Lo cierto es que el hombre la hizo feliz, la trataba con cariño y la colmaba de atenciones, aunque no la quisiera.

Albino era muy amigo de Prici, Prisciliano Caro, también de muy buena familia, sobrino de "las fernandas", otras dos solteronas con dinero. En mi pueblo esto de tener dinero y ser mujer no parece que fuera una buena combinación como podéis ver. Y en lo referente a ser de buena familia, como en la mayoría de los pueblos, a veces se valora mas a la gente por lo que tiene, que por lo que es. A lo que iba; Prici tenía cuatro hijos de corta edad fruto de su matrimonio con Mariana, una mujer muy guapa y buena moza, y según decía toda la gente, una santa.

Prici y Albino se iban de caza juntos y tenían muy buena relación, pero no se que les pudo pasar: si es que Albino iba demasiado por la casa de Prici, o le hacía comentarios de Mariana, o simplemente fue porque era muy celoso; el caso es, que un buen día Prici cogió su escopeta y se fue de caza, pero esta vez, primero cazó a Albino en la calle matándole de un tiro, y después se fue a por su mujer a su casa y la disparó sin importarle que se cayera el niño que tenía en los brazos. Yo debía tener entonces la edad del hijo mas pequeño, pero mis hermanas se acuerdan perfectamente, porque el pueblo quedó conmocionado con la noticia. Parece ser que los celos eran infundados, por lo menos en lo referente a su mujer. Albino era mas joven que Concha, pero casi un viejo comparado con Mariana, y no se si tendría algún sentimiento hacía ella, pero que se sepa, entre los dos no hubo nada. A Prici le metieron en la cárcel y estuvo muchos años en ella; los hijos también se fueron del pueblo y nunca mas he vuelto a saber de ellos. Fuensalida Palacio 01La última noticia la tuve el otro día en el entierro de mi tío, donde comentaban que Prici había heredado una parte de la casa, propiedad de sus tías "las fernandas", situada en el ala izquierda del palacio de la glorieta. Lo que no se, es si vive todavía.

El último crimen muy sonado que cometió uno de mi pueblo, fue aquel que mató a su cirujano plástico y a su enfermera, porque no había quedado satisfecho con la rinoplastia que le habían hecho. Según, este chico fue varias veces a dar quejas al médico por el resultado de la operación y este no le hacía caso, o al menos, no el caso que el quería. Se conoce que empezó a darle vueltas y, entre lo acomplejado que estaba con la nariz, lo introvertido que era, o vete a saber si no tenia alguna paranoia; se le metió en la cabeza que se estaban riendo de el y, ni corto ni perezoso, se fue a por ellos con una escopeta. Después salió huyendo con su coche a toda velocidad y se estampó, muriendo en el accidente. Yo conocía al cirujano, el Dr Vazquez Añón, que era jefe del Servicio de Cirugía Plástica del Hospital de Cruz Roja de Madrid, donde yo trabajaba. Cuando pasé por quirófano siendo alumna de 3º de ATS, ayudé varias veces en operaciones suyas. No le traté personalmente, pero la impresión que daba era de ser muy engreído, y muy tonto. ¡¡Con esto no quiero decir que se mereciera lo que le hizo!!.

sábado, 22 de noviembre de 2008

El trastero de mi memoria - 4

De mis abuelos paternos, los recuerdos que tengo son posteriores a los cinco años, lo que relato, me lo han contado a mi.

La casa de mis abuelos estaba detrás de la mía, y los corrales se comunicaban, pero yo tuve que entrar poco en esa casa, porque ni se como era.

Mi abuela Constanza y mi madre no se entendían, y según me contaron, mi abuela cuando veía a mi madre por el corral, la insultaba.

Mi abuelo Pedro "patatita", debía ser buena persona, pero un poco "bolo". Era muy buen albañil y tenía mucho trabajo, pero poca ganancia, porque en los presupuestos no tenía en cuenta los sueldos de sus hijos. Mi padre mientras estuvo soltero no cobró ningún jornal, y mis tíos me imagino que tampoco.

En el corral de mi casa, al fondo, había un trastero que habilitaron como vivienda para la tía Cele y el tío Jacinto, dos hermanos de mi abuela Constanza. Allí dormían, y allí encendían fuego para hacer la comida, o calentarse, sin tener chimenea. Vivían en condiciones de auténtica miseria.

La tía Cele, de joven, estuvo con su hermana Nuncia sirviendo en Madrid, en la casa de unos señores importantes, creo que tenían algún título nobiliario, y en los veranos iban con los señores a veranear a Biarritz y todo.

La tía Nuncia se casó con Nicolás, que era ayuda de cámara de Alfonso de Borbón, Príncipe de Asturias, hijo de Alfonso XIII. Y al dar a luz a su hijo, murió a consecuencia del parto. La tía Cele se quedó cuidando del niño junto a su cuñado Nicolás, con la esperanza de casarse con el, pero el tal Nicolás, se enamoró de una amiga de su mujer y se casó con ella.

La tía Cele volvió al pueblo, a la casa de mi abuela Constanza, porque vivía allí su hermano Jacinto que también estaba soltero. Los ahorros que tenía, se emplearon para construir la casa donde nací. No se que apaños hicieron entre ellos: si ella pagó los materiales, y mis abuelos la mano de obra, o qué; el caso es, que mis abuelos se la llamaron suya, y a ella la tenían como si fuera la criada.

Después, no se por que motivo, mi abuela les echo de su casa, y por eso vivieron durante un tiempo en ese trastero que comentaba, hasta que la tía entró a servir en casa de una señora rica del pueblo, tía de Concha "la gancha". (Continuará).

domingo, 16 de noviembre de 2008

El trastero de mi memoria - 3

Pegada a la casa donde nací, estaba la casa de mi tía Doro, hermana de mi madre. Su marido, mi tío Anastasio "el portillano", tenía una fábrica de mosaicos allí mismo, al fondo del patio; A mi me gustaba ver como los hacían, porque era un trabajo muy laborioso, los hacían de uno en uno.

La fábrica no necesitaba muchas cosas, la nave era pequeña, y lo mas aparatoso que había en su interior, era una prensa manual de hierro macizo, grandísima, cuyo mecanismo tenía una barra horizontal, en la parte superior, con unas pesas de considerable tamaño en sus extremos, que al girar, transmitía una gran fuerza a un eje central vertical a modo de pisón, que bajaba con el impulso manual y volvía a subir por la inercia.

Croquis de la prensa que empleaban, no es exacto porque no lo recuerdo con detalle.

prensa mecánica

El proceso era el siguiente:

1- Se colocaba la placa base perfectamente lisa que limpiaban con un aceite.

2- sobre la placa iba el molde. Si el baldosín era de color liso o jaspeado ya se podía echar la pintura y se continuaba el proceso (paso 5). Si el baldosín llevaba dibujo se continuaba con el paso 3.Fab1

3- Dentro del molde se colocaba la trepa o plantilla que llevaba el dibujo del mosaico.

4- Se echaba la pintura del color que correspondía en cada zona del dibujo.Fab3 Fab2

5 - Se espolvoreaba sobre la pintura cemento, a modo de secante.

6- Se terminaba de rellenar el molde con una mezcla de arena y cemento húmedo y se enrasaba.Fab5 Fab4

7- Se ponía la tapa sobre el molde, se hacían girar las pesas y el pisón bajaba y lo compactaba.

Lo que yo llamo pisón volvía a subir, Se sacaba la pieza del molde y ya estaba listo; después se metía el baldosín en agua hasta el día siguiente, terminando así el proceso.

Fab6

venetian-sunset-tiles-samplHand_crafted_Cement_Tile

A mi tío le traían, con frecuencia, camiones de arena de río que descargaban en su puerta, y luego metían a carretillas, pero mientras, aprovechábamos para jugar haciendo túneles, puentes y castillos, era como tener una playa de secano.

En la otra casa que pegaba con la mía, vivían tres chicos de nuestra edad. Un día que su madre fue por agua a la fuente, el mediano se subió a la cantarera y se puso a hacer contorsionismo, metiendo la cabeza por uno de los orificios mas pequeños, de tal forma, que se quedó atrapado cabeza abajo; cuando llegó su madre , se lo encontró con la cara toda morada y tuvieron que romper la cantarera para sacarlo.

En esa misma calle estaba la fábrica de quesos de "Los Carvajales" y siempre nos daban recortes de queso fresco, que estaba buenísimo. Nosotros hemos sido pobres pero nunca nos ha faltado para comer; de todas formas, en mi pueblo siempre teníamos algo de que echar mano, porque cuando no eran las brevas de nuestra higuera, eran las ciruelas claudias de mi tía Doro, y si no, las bellotas con higos secos, que llamábamos turrón de pobre, o las uvas en tiempo de vendimia que cogías de cualquier carro que pasaba, o una rebanada de pan con aceite y azúcar, el arrope que hacía mi abuela Mª Paz, los membrillos que nos comíamos en el recreo de la escuela, y hasta el trigo verde cuando estaba granado, que teníamos la paciencia de pelar grano a grano.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

El trastero de mi memoria -2

Mis hermanas nacieron en la casa de mi abuela Mª Paz, porque mis padres se quedaron a vivir allí después de casados, como también lo hizo mi tía Alejandra cuando se casó un año después.

Me contaba mi hermana Artemia que los abuelos de mi madre, padres de mi abuela Mª Paz, marchaban bien, tenían bastantes viñas y tierras, dos pares de mulas, que en esos tiempos no los tenía cualquiera, y además, dos bodegas. Después de enviudar mi bisabuela Petra, las cosas fueron peor, pero aún así, mi abuela heredó viñas y una casa grandísima, con un corral mas grande todavía donde estaban las bodegas, el pozo y una cueva que era muy larga, seguro que tenía mas de veinte metros de recorrido por debajo del corral, y terminaba con un respiradero que parecía un pozo. La casa después de que se fueran mis padres, se dividió en dos y se vendió la parte derecha. Se hizo una pared separando los corrales a la larga dejando el pozo entre los dos para ser compartido, y las bodegas quedaron una a cada lado.

Durante la guerra metieron en la cueva colchones y víveres y la usaron como refugio para la familia y conocidos. Afortunadamente en mi pueblo la guerra solo duró tres meses. Las cuevas normalmente servían de almacén para los alimentos, porque la temperatura era muy fresca y se conservaban muy bien, eran lo mas parecido a una nevera. Yo entré a verla una vez, pero no volví a bajar porque me daba mucho miedo.

De alguna forma mis padres fueron marginados por sus familias. Mi madre tenía hipermetropía desde niña, y la pobre lo pasó fatal toda su infancia y su juventud porque no se pudo poner gafas hasta después de casarse. Para remate, de jovencita la hicieron entrar de aprendiza en una sastrería para que aprendiera a coser, cosa que fue imposible, porque mi madre no veía ni por donde metía la aguja. Mi abuela no podía entender que no viera lo que estaba a un palmo, cuando veía, con toda claridad, lo que estaba a un montón de metros, y se enfadaba con ella porque creía que lo hacía para escabullirse del trabajo.

- Pero madre, si es que no veo. -

- ¡¿Como no vas a ver con esos ojos que tienes?!, ¡¡lo que pasa es que eres una gandula!!.- y la reprochaban que no hiciera bien las cosas.


lunes, 10 de noviembre de 2008

El Trastero de mi memoria - 1

He encontrado este borrador que escribí hace algunos meses, cuando decidí escribir las anécdotas de mi infancia en Fuensalida, y luego por indecisión no colgué en el blog.

La idea era ir contándolas cronológicamente y por eso comenzaba desde mi nacimiento. Después, lo que hice fue contar chascarrillos sueltos, que se encuentran en el archivo "El trastero", como: Un ratón en la despensa, la niña de la mona ...

En el borrador que escribí entonces decía:

Me gustaría contar las historias o anécdotas que me han sucedido desde mi infancia, pero tengo un dilema, porque no todo se puede contar, bien porque no es agradable, o porque pueda invadir la intimidad de otras personas o la mía propia, a si que... contaré todo lo pueda y algunas cosas me las reservaré.

Lo llamaré, "El trastero de mi memoria”, porque lo que pretendo es desempolvar y ordenar mis recuerdos, y comenzaré por el principio, es decir, desde que nací:

Nací en Fuensalida un 8 de junio de 1952, en una casita baja propiedad de mis abuelos paternos, situada en la que ahora se llama C/ de La Asunción de la Virgen. Según me contó mi madre parecía que ya estaba criada, muy gordita y con los mofletes muy colorados, que he conservado toda mi vida. Era la tercera hija del matrimonio: la mayor, Artemia, tenía seis años y la segunda, Mª Magdalena, tres.

Mi padre quería un niño, pero vine yo. De nombre me pusieron Perpetua, porque mi padre antes de que naciera dijo: - Si es niño Vicentito, y si es niña, Perpetua, que como ya dije en otra ocasión eran los nombres de dos de sus hermanos que murieron de niños. Me contaron que esta Perpe, hermana de mi padre, era una niña fuera de lo corriente, muy lista y muy dispuesta, que con tan pocos años, ayudaba a mi abuela Constanza en las tareas de la casa, sirviéndola de gran ayuda.

La casa donde nací estaba mas baja que la calle, y había que bajar dos escalones para entrar, porque la planta de toda la casa estaba a la misma altura que el corral. El suelo tenía baldosas de color ladrillo, muy grandes y ásperas. Nada mas bajar los escalones estaba el portal, muy amplio, a la derecha el salón, con los muebles que llevó mi madre cuando se casó: una mesa cuadrada, sobre la que mi madre tenia un paño hecho de hilo de bolillos y un pez de cristal con betas de colores, el chinero y seis sillas. Esta habitación no se usaba. A la izquierda, el cuarto de estar con una ventana a la calle, donde estaba la mesa camilla, el brasero en invierno, otro chinero y la radio; desde aquí se pasaba a la alcoba de mis padres y desde esta a nuestra alcoba, donde dormíamos las tres. Recuerdo con agrado las mañanas de los domingos, cuando nos metíamos las tres en la cama de mi madre, que nos parecía grandísima, y jugábamos haciendo chozos con la almohada y las mantas.

Al fondo del portal, a mano izquierda el pajar y a la derecha la cocina, también grande, con un fogón bajo de lumbre de paja, donde se arrimaba el puchero de barro para hacer el cocido. Al fondo de la cocina a la izquierda , la despensa, con una ventanita que daba al corral, y justo debajo por la parte de fuera estaba una mesa con dos barreños grandes de zinc para fregar los cacharros o lavar. Un verano, durante la siesta que mi madre nos obligaba a dormir, queríamos salir al corral a jugar, pero no queríamos abrir el cerrojo de la puerta para no despertar a mi madre, por lo que se nos ocurrió saltar por esa ventanita de la despensa. Solo pudo saltar mi hermana Mada, porque, no se si piso mal sobre uno de los barreños o se tambaleó la mesa que era vieja, el caso es, que se cayó y encima de ella el barreño, imaginaros el lío que se montó ... se hizo una brecha en la frente que para que, la cicatriz todavía la tiene.

Todas las hermanas hemos nacido en casa, porque antes las mujeres no parían en los hospitales, como todos sabemos, sino que la comadrona iba a las casas a ayudar en el parto. La de Fuensalida se llamaba Petronila y la recuerdo, de un lado para otro del pueblo, subida en su bicicleta con una falda pantalón muy amplia.

Mi madre tenía gallinas en el corral y un gallo, y cuando tenían pollitos los criaba para nuestro consumo. En una ocasión, con motivo de una tormenta, se nos inundó la casa y el corral. Se ahogaron la mayoría de las pollitos a pesar de que mi madre les secó e intentó reanimar al lado de la lumbre. Y por poco me ahogo yo también porque el agua llegó hasta una buena altura de la cuna. Mi madre criaba a los pollos porque la economía era mala y los necesitábamos para comer, por eso el afán de mi madre por salvarlos, su muerte suponía una pérdida muy importante. Cuando llovía en Fuensalida lo hacia de verdad y se hacían unas pompas grandísimas en el agua de los charcos y cantábamos eso de:

"Cuando llueve y hace sol sale el arco del Señor, cuando llueve y hace pompas sale el arco de las monjas".

Yo creo que todo lo hacíamos cantando, teníamos canciones para todo. Si empezaba a llover cantábamos esa que todo el mundo conoce:

"Que llueva , que llueva la Virgen de la Cueva, los pajaritos cantan..."

Si cuando llovía era el mes de mayo: "Agua de mayo créceme el pelo si no me lo creces, me pongo un sombrero."

La calle donde viví los cinco primeros años de mi vida, era de tierra agrisada finísima. Cuando estaba seca levantaba mucho polvo y cuando se mojaba era un barrizal. Entonces estábamos mas tiempo en la calle que en casa, según me han contado, de chica era muy “jarota”, me gustaba andar muy suelta, tardaban mas en ponerme las bragas que yo en quitármelas. Daría gusto verme, estaría como un “guarrito antón”.

Enfrente de casa vivía “Vitoriano” el relojero y "la Eulogia" su mujer. Victoriano arreglaba relojes y además era alguacil del Ayuntamiento y hacía de pregonero, por lo que cuando tocaba, con su gorra de plato y su corneta se recorría el pueblo: - De parte del Señor Alcalde se hace saber... Nosotras entrábamos en su casa como si fuera la nuestra, porque eran muy buena gente. Tenían un pozo en el corral del que sacaban agua con una bomba manual como en las películas del oeste, y algunas veces mi madre nos mandaba allí a por ella. (Continuará).

viernes, 29 de agosto de 2008

Arrimando el hombro

En los años 50-60 el trabajo escaseaba y en mas de una ocasión mi padre tuvo que buscarlo fuera del pueblo. Una vez llegó hasta Lugo, donde participó en la reconstrucción del monasterio de Samos que había sufrido un incendio. De eso solo recuerdo las castañas que nos trajo a su vuelta.
Para ganarse un dinero extra, tocaba en una orquesta los domingos en el baile de Portillo, pero los inviernos eran difíciles porque no había trabajo en la construcción y tenia que agarrarse a lo que podía, varear olivas o lo que terciase.
Mi madre lo mismo trabajaba en el tejar llevando ladrillos en una carretilla (cosa que a mi padre no le gustaba que hiciera), que vendimiaba, o cosía en casa uniformes militares, a lo que le ayudaba mi hermana Mada.
Todas ayudábamos en lo que podíamos: mi hermana Artemia, la mayor, que tiene seis años mas que yo, cuando tenía 11 - 12 años iba a recoger aceitunas cobrando su jornal. Hacía mucho frío y la salían sabañones en las orejas, y las manos se la ponían lastimosas de grietas que la dolían a rabiar. Entonces curábamos las grietas con orina, siendo el mejor momento la primera orina de la mañana. Parece una guarrada pero ahora se sabe que la urea va estupendamente para este problema de la piel.
Se han hecho estudios científicos en medicina y se ha comprobado la cantidad de componentes beneficiosos de la orina humana: sodio, potasio, vitaminas, hormonas, urea, ácido úrico ... La orina es una reserva para futuros medicamentos.
En la actualidad se emplea la orinoterapia precisamente para la piel e incluso en cosmética y champús. no sigo porque el resto puede ser desagradable.
Como decía, ayudábamos en la economía familiar. En los veranos espigábamos en los rastrojos y recogíamos las espigas que se caían de los carros por la carretera, para tener trigo para las gallinas.
El último año que pasé en Fuensalida, con nueve años, fui a vendimiar formando pareja con mi madre, cobrando el mismo sueldo que ella. Con toda seguridad ella trabajaría mas deprisa para igualar el trabajo de las dos con el resto y cuando me quedaba distraída me decía "agáchate muchacha", para que los demás no se dieran cuenta.
De todas formas, yo era una niña fuerte y grandota y trabajaba bien, a ratos fui de pareja de espuerta con la dueña y no se quejó para nada. Con esa edad tenía amor propio, y me daba cuenta de que me pagaban por lo que hacía.
Como premio a mi esfuerzo me regalaron un muñequito de caucho muy bonito, era mi primer muñeco, mi madre le hizo unos pantalones cortos color tostado y una camisita blanca con rayas del mismo tono, estaba precioso.

viernes, 27 de junio de 2008

LA NIÑA DE LA MONA

En la década de los cincuenta, había carabanas de gitanos nómadas que con sus carromatos iban de pueblo en pueblo como si de un circo ambulante se tratara. Cada uno ibamos a la plaza con nuestra silla a verlo, ya que entonces era un acontecimiento .
A las afueras acampaban con sus familias y los animales que participaban en la función. Actuaban por la noche y se marchaban al dia siguiente.
Ese día, en cuanto nos enteramos de que habian llegado los húngaros, nos reunimos toda la panda de crios del barrio para ir juntos a verlos.
Pasamos entre dos carros y no reparamos en que, tras la rueda de uno de ellos, habia atada una mona grande y vieja. Se conoce que la mona se hartó de ver pasar crios y me agarro a mí que iba la última. Me arrancó el zapato y el calcetín y de no ser por la rueda tambien se habria llevado la pierna. Forcejeamos, ella para un lado y yo para el otro. No me llegó a morder, pero bién que abría la boca... Me dejó la pierna derecha llena de arañazos y la otra me la desollé toda en el afán de soltarme.
A los gritos de la gente, acudió alarmado uno de los gitanos, dió dos trallazos en el suelo y la mona me soltó.
Al llegar a casa mi madre me echó una buena regañina, y me llevó al médico que dió parte de lo sucedido. Pusieron a la mona en cuarentena por si tenía la rabia y la metieron en el calabozo del Ayuntamiento durante varios dias.
De esta forma fuí conocida una temporada, como la niña de la mona.

viernes, 20 de junio de 2008

Un ratón en la despensa

Cuando tenía cinco años, nos mudamos a la casa nueva que hizo mi padre poco a poco, ya que aparte de músico también era albañil.
La casa todavía existe, es una casita baja que hace esquina rodeada de zapaterías, situada en la antigua carretera del Calvín ( ahora se llama Av del Cristo del Amparo) en Fuensalida.
Justo enfrente estaba la fábrica de harina. Centro de peregrinación de los ratones de los alrededores por lo que era frecuente ver alguno por casa.
Mi madre tenía un olfato especial para encontrarlos, antes incluso de que existiera ningún rastro sabía que había un ratón y como si le fuera a dar algo sonaba la voz de alarma:

!!! HAY UN RATÓN EN LA DESPENSA!!!

En cuanto aparecíamos mi hermana Mada y yo por casa, mi madre nos metía en la despensa para que lo matásemos. No me acordaba muy bien de lo que ocurría una vez dentro por lo que llamé a mi hermana para preguntárselo:

- ¿Te acuerdas cuando madre nos metía en la despensa?-Dije yo.
- ¡Vaya que me acuerdo!-Dijo mi hermana- nos hacía entrar y nos encerraba mientras ella salía corriendo al comedor y se subía a una silla o encima de la mesa, cuanto mas alto mejor, y se ponía gritar como una loca.
- Y una vez dentro , ¿ qué es lo que hacíamos ?.
-¡Pues que íbamos a hacer!-Me dijo- retirábamos todo lo que estaba arrimado a la pared: La orza con los pimientos en vinagre, la zafra del aceite, la cantarera, el pote, los pucheros ... todo lo que podíamos y cuando lo veíamos nos liábamos a escobazos. Porque madre no nos dejaba salir hasta que no decíamos que lo habíamos matado. Entonces nos abría y salíamos triunfadoras con el ratón en el badil.
- Menos mal que no nos dan miedo los ratones - le dije.
- ¡De eso nada! que a mí si me daban miedo los ratones y me lo siguen dando, lo único que no les tengo fobia. ¡Pero calla! que era mucho peor si no lo encontrábamos, nos podíamos pasar allí horas.

¡¡¡ ASÍ ERAN LAS MADRES DE ENTONCES!!!. (La mía, pobrecilla, se conoce que no podía remediarlo) .