En la década de los cincuenta, había carabanas de gitanos nómadas que con sus carromatos iban de pueblo en pueblo como si de un circo ambulante se tratara. Cada uno ibamos a la plaza con nuestra silla a verlo, ya que entonces era un acontecimiento .
A las afueras acampaban con sus familias y los animales que participaban en la función. Actuaban por la noche y se marchaban al dia siguiente.
Ese día, en cuanto nos enteramos de que habian llegado los húngaros, nos reunimos toda la panda de crios del barrio para ir juntos a verlos.
Pasamos entre dos carros y no reparamos en que, tras la rueda de uno de ellos, habia atada una mona grande y vieja. Se conoce que la mona se hartó de ver pasar crios y me agarro a mí que iba la última. Me arrancó el zapato y el calcetín y de no ser por la rueda tambien se habria llevado la pierna. Forcejeamos, ella para un lado y yo para el otro. No me llegó a morder, pero bién que abría la boca... Me dejó la pierna derecha llena de arañazos y la otra me la desollé toda en el afán de soltarme.
A los gritos de la gente, acudió alarmado uno de los gitanos, dió dos trallazos en el suelo y la mona me soltó.
Al llegar a casa mi madre me echó una buena regañina, y me llevó al médico que dió parte de lo sucedido. Pusieron a la mona en cuarentena por si tenía la rabia y la metieron en el calabozo del Ayuntamiento durante varios dias.
De esta forma fuí conocida una temporada, como la niña de la mona.
A las afueras acampaban con sus familias y los animales que participaban en la función. Actuaban por la noche y se marchaban al dia siguiente.
Ese día, en cuanto nos enteramos de que habian llegado los húngaros, nos reunimos toda la panda de crios del barrio para ir juntos a verlos.
Pasamos entre dos carros y no reparamos en que, tras la rueda de uno de ellos, habia atada una mona grande y vieja. Se conoce que la mona se hartó de ver pasar crios y me agarro a mí que iba la última. Me arrancó el zapato y el calcetín y de no ser por la rueda tambien se habria llevado la pierna. Forcejeamos, ella para un lado y yo para el otro. No me llegó a morder, pero bién que abría la boca... Me dejó la pierna derecha llena de arañazos y la otra me la desollé toda en el afán de soltarme.
A los gritos de la gente, acudió alarmado uno de los gitanos, dió dos trallazos en el suelo y la mona me soltó.
Al llegar a casa mi madre me echó una buena regañina, y me llevó al médico que dió parte de lo sucedido. Pusieron a la mona en cuarentena por si tenía la rabia y la metieron en el calabozo del Ayuntamiento durante varios dias.
De esta forma fuí conocida una temporada, como la niña de la mona.
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